“Nunca imaginé que de blanco podría estar favorecida; de hecho acostumbro a vestir de negro para verme bien”
Así se expresó una de mis clientas, viéndose gratamente sorprendida por cómo le sentaba su vestido de novia.
Desde mi percepción, un vestido es bello, cuando la mujer que lo viste brilla, se ve favorecida, es ella misma, y no tiene más protagonismo el vestido que su persona. La prenda entonces cumple, sencilla y exactamente, una función potenciadora de la belleza natural.
Las costumbres, la filosofía y la moral determinan en cada época unos cánones estéticos que condicionan el modo en que te ves. Cada mujer con su particular complexión física trata de aproximarse a un patrón ideal a la hora de vestirse.